Tots aquells que ens sentim socialistes estem molt a l’aguait de tota la petita , i a vegades mesquina , història entre Chacón i Rubalcaba en la lluita per el poder de Ferraz.
Ja vaig dir que un no votaria per cap dels dos i que davant la dolenta dualitat em quedava amb Rubalcaba dons a Chacón no la voldria ni a la junta de l’escala. Però els dos formen part d’un passat que ja hauria d’estar en el preludi de la història.
Avui , Josep Ramoneda esdevé de nou guru amb un article publicat a El País que bo seria que el llegissin , com a bon segur ja han fet , aquells que en petit comitè estant decidint el futur del nostre partit i del nostre país,
PSOE:
reformismo e ideología
La lucha por la secretaría general del PSOE se ha
convertido en una pelea subterránea a la caza del voto del delegado. Es lo que
ocurre en estas votaciones con un censo tan pequeño y más representativo de las
miserias internas de los partidos que de los intereses generales de la
sociedad. Estas pugnas dejan huella porque los candidatos ofrecen promesas y
componendas que se traducen después en la composición de los órganos de
gobierno del partido y en el reparto del poder regional.
Es un proceso muy endogámico, nada edificante, en el que las rencillas en los aparatos locales y regionales y los ajustes de cuentas familiares juegan un importante papel. Se habla mucho de apertura a la sociedad, pero el secretario general será elegido, una vez más, por un puñado de representantes de la militancia escogidos en los espacios viciados de la politiquería de partido. La consecuencia es que las propuestas y los contenidos pierden cada vez más relevancia en beneficio de las relaciones de poder internas de la organización. En tiempos de crisis, y la del PSOE es profunda, la desesperación incita a dar pasos que normalmente los aparatos impiden. Quizás era la oportunidad de abrir la elección de secretario general por lo menos a toda la militancia a la que ha de regir. Pero me temo que la crisis del PSOE es tan profunda que ni siquiera queda sensibilidad para darse cuenta de la dramática situación en que está el partido.
Es un proceso muy endogámico, nada edificante, en el que las rencillas en los aparatos locales y regionales y los ajustes de cuentas familiares juegan un importante papel. Se habla mucho de apertura a la sociedad, pero el secretario general será elegido, una vez más, por un puñado de representantes de la militancia escogidos en los espacios viciados de la politiquería de partido. La consecuencia es que las propuestas y los contenidos pierden cada vez más relevancia en beneficio de las relaciones de poder internas de la organización. En tiempos de crisis, y la del PSOE es profunda, la desesperación incita a dar pasos que normalmente los aparatos impiden. Quizás era la oportunidad de abrir la elección de secretario general por lo menos a toda la militancia a la que ha de regir. Pero me temo que la crisis del PSOE es tan profunda que ni siquiera queda sensibilidad para darse cuenta de la dramática situación en que está el partido.
Ante este
panorama, me gustaría recordar a los aspirantes qué es lo que se espera de
ellos. Al que gane se le exigirá que sea capaz de poner en marcha un proyecto
verdaderamente reformista. Solo se puede considerar reformista una política que
incida en el poder y en la riqueza. Para decirlo sin eufemismos: que los bancos
manden menos, que los poderes corporativos, que son tan importantes en España,
pierdan peso y que la riqueza se distribuya mejor. Rubalcaba ha apuntado alguna
que otra medida que podría ir en esta dirección. Pero falta un perfil de
conjunto que dé sentido a las propuestas y falla el envoltorio, inevitablemente
marcado por una imagen de continuidad, como no puede ser de otra manera dada la
biografía del candidato. La palabrería de Chacón, llena de tópicos sobre el
cambio y los tiempos nuevos es simplemente decorativa y recuerda en exceso la
frivolidad que ha sido señal de identificación del zapaterismo.
Y, sin
embargo, un PSOE que arranca de la peor posición de su historia reciente, por
la pérdida masiva de votos pero también por la pérdida de prestigio y de
influencia social, solo puede remontar con una apuesta claramente reformista,
que devuelva alguna confianza a los que creen que las cosas no pueden seguir
así y que la política tiene que recuperar la dignidad perdida. Especular, como
hizo Rajoy con los socialistas, con que ya llegará su hora, porque la crisis se
llevará al PP por delante confirmaría que al PSOE no le interesa la reforma
sino solo el poder. Pero sería, además, una estrategia equivocada. Rajoy tenía
dos elementos a favor que no tienen ni Rubalcaba ni Chacón: contaba con la
hegemonía ideológica del PP en casi toda España, que Aznar conquistó en sus dos
legislaturas y que Zapatero no recortó un ápice. Y estaba en una situación
mucho menos desesperada: el suelo electoral de partida era mucho más alto,
Rubalcaba y Chacón han caído hasta donde el PSOE no había estado nunca.
En estas
circunstancias, difícilmente estará preparado el PSOE para la alternancia si
antes no ha conseguido configurarse como alternativa. Porque tiene que ganarse
a la ciudadanía y para ello tiene que demostrar que es capaz de proponer algo
distinto a lo que hacen los que están gobernando. Este es el sentido de una
propuesta realmente reformista. Pero no basta. El reformismo debe formar parte
de una verdadera estrategia ideológica. En los primeros años de Aznar, le oí a
Rubalcaba esta frase: "Este es el Gobierno más ideológico que hemos
tenido". De ahí surgió la mayoría absoluta de Aznar y la larga hegemonía
conservadora que ha llevado al PP a la actual situación de monopolio. El PSOE
hacía tiempo que había abandonado la batalla de las ideas y ya no la recuperó.
La receta está clara: reformismo y ofensiva ideológica. Pero, para que sea
creíble, la reforma tiene que empezar en casa: desmontar los sistemas
clientelares internos del partido. Los trapicheos de votos de estos días y las
trayectorias tan marcadas de los dos contendientes alimentan todas las dudas
sobre su capacidad para el triple envite que tienen por delante.
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