¿Por
qué nos gusta tanto el art déco? Pues porque el déco no
es un movimiento cualquiera sino el gran sexy del movimiento
del arte. Nada semejante en ninguna otra escuela. Si evocamos el art
nouveau que le precedía acabamos en los vasos funerarios de Émile
Gallé, si seguimos a La Bauhaus desembocamos en la cárcel taylorista y las
roncas de Le Corbusier.
El art
déco asume lo geométrico, copia las decoraciones egipcias o aztecas,
se complace en escalinatas y vórtices, señas de vértigo y erección. La
diferencia entre el déco, el international style, el
constructivismo y el cubismo apenas importa. Lo que se opone al art
déco —o viceversa— es el art nouveau aunque todavía
algunos universitarios sigan liándose con la respectiva denominación.
El
art nouveau sigue la estela de un gótico engreído. No se cansa
de acumular curvas, flores y aderezos, circunloquios y dramatización. Eldéco es
lacónico o sólo habla para seducir. El art nouveau es recatado
pero el déco muy porno. En el Círculo de Bellas Artes de
Madrid hay morbo y en la Pedrera muerte.
Sin duda el art déco tiene mucho de
histérico, pero el art nouveau carga con una compleja y larga
enfermedad. Esto explica que uno siga vivo y el otro sin curar. El art
déco es el kitsch de nuestro tiempo, el ají de todos
los tiempos, mientras el art nouveau ha venido a marchitarse
en su asidua melancolía.
He
aquí pues, la magnífica exposición sexy de la Fundación March.
El sexo lo hilvana todo. Va desde las joyas a los muebles, desde los muebles a
las lámparas y desde las lámparas a media luz al vestido de seda y el sombrero
cloché de Vilma Bánky.
Todos
los vituperios que recibiera el déco desde los académicos más
serios fueron al fin blasfemias que potenciaron el veneno de su actualidad. Los
arquitectos, los diseñadores, los tipógrafos, los pintores, los escritores y
hasta los animales serán más o menos modernos según sean más o menos déco.
Los coches Citroën (el Cactus, ahora, el Tiburón o el 2 Caballos, antes) son déco pero
Renault fue casi siempre art nouveau. El cocodrilo, la jirafa, el
tigre o la pantera son déco pero el león, el pavo real o la
avestruz sonnouveau.
Amamos
a Matisse pero, frente a Braque, el primero es art nouveauy el
segundo déco. El bolero es art nouveau y el tango déco.
El arquitecto Frank Gehry es ya art nouveau mientras Rem
Koolhaasdéco. Paralelamente, en la poesía latinoamericana incluso Neruda
sería nouveau frente a un Vallejo todo déco.
Tan
hermoso en tantas obras, el art nouveau parece sentirse a
gusto en los museos mientras el déco vive a la intemperie,
presente en los desnudos de Josephine Baker, en la lencería escueta o en los
plisados de la falda de Marilyn Monroe.
¿Conclusión? Los tiempos han
querido que una fundación tan seria como la Juan March dejara por unas semanas
de ser reverente y casi en silencio, montara, con 350 piezas,
una versión del súper strip-tease del arte, para gusto y
pecado del público en general.
Certament Vicente Verdú en estat pur.
Simplement magnífic.
Un administrador del blog ha eliminat aquest comentari.
ResponElimina