Miro el comptador de visites en el moment de penjar aquest darrer post i em trobo que he superat la , crec que gens menyspreable xifra , de les 110.000 visites , havent servit quasi 150.000 pàgines visitades. Unes dades que em fan agrair profundament la confiança que teniu amb mi, tots aquells que de manera habitual us acosteu a a les meves opinions.
Potser per celebrar-ho res millor que fer-ho amb el darrer article de Vicente Verdú.
Han estat moltes les vegades en que m’he referit als escrits de Vicente Verdú a “El País”. També han estat diverses les vegades en que he penjat part d’un article , o l’article sencer i, recomanant així la seva lectura. Però avui voldria anar un punt més enllà, i si sou visitants més o menys habitual d’aquest blog , estic per exigir-vos com a pagament de la visita , la lectura de l’article que publica avui i que és la més fefaent demostració de la seva excel·lència reflexiva. Un article magnífic , clarament explicat i que ens hauria de fer reflexionar , i molt, a tots aquells que d’una o altre manera , estem en allò que en diem “el món cultural”. Un article absolutament impagable
Han estat moltes les vegades en que m’he referit als escrits de Vicente Verdú a “El País”. També han estat diverses les vegades en que he penjat part d’un article , o l’article sencer i, recomanant així la seva lectura. Però avui voldria anar un punt més enllà, i si sou visitants més o menys habitual d’aquest blog , estic per exigir-vos com a pagament de la visita , la lectura de l’article que publica avui i que és la més fefaent demostració de la seva excel·lència reflexiva. Un article magnífic , clarament explicat i que ens hauria de fer reflexionar , i molt, a tots aquells que d’una o altre manera , estem en allò que en diem “el món cultural”. Un article absolutament impagable
Sin
teoría, sin ropa interior
De lo muy poco que cabe celebrar
en estos tiempos malvados, una penuria más, la carencia de teorías, se alza
como una bendición.
Todo
periodo que, en lo económico, lo político o lo artístico, se llenó de escuelas,
movimientos y sus correspondientes manifiestos han sido tanto menos libres como
más aburridos. Si se refiere a la política económica o a la economía política,
cada una acabó echando las cosas a perder siguiendo unos u otros preceptos
sagrados. Desde el liberalismo al comunismo, desde el equilibrio presupuestario
al keynesianismo llenaron la intelectualidad de certezas y redujeron la
complejidad social a un garabato. Y no se diga ya si se trata de movimientos
artísticos.
Nada
más tedioso en un museo que entrar en una sala consagrada al cubismo, otra
destinada al impresionismo, otra al expresionismo, y así hasta la consecuencia
de que el arte, en vez de ser una autoría personal, era como una obra oficial
gobernada por una superautoridad oficializada.
Esa
autoridad o moda imperante disfrutaban de tal poder a que imponía, aun sin
quererlo, las formas de expresarse y hasta el contenido de la dicción. Los
motivos, los colores, las formas, los efectos, los temas, el estilo en general
se hallaban a la orden de una determinada "escuela". Y nada parece
hoy más deprimente que ver a cohortes de artistas atados como en una cuerda de
reos, presos de la época y de su estética capital.
¿Manifestarse personalmente? Para
eso estaban los manifiestos conjuntos. ¿Exponerse libremente? Para eso estaban
todas las muestras clasificatorias desde Viena a Nueva York, desde el Albertina
al MoMa, que mandaban sobre el orden de la inspiración.
¿La inspiración? La inspiración,
efectivamente. Porque la manera en que se concibe y se realiza una obra dentro
de una escuela boyante era como el producto de un vasallo subordinado al mejor
patrón.
Los tiempos de ahora son
intempestivos pero no menos que el de los estruendos rapaces del aufklärung.
Son tiempos crudos pero en parte más interesantes que los dulces escarchados
del impresionismo francés. Son hoy, tiempos de pesadilla, pero
incomparablemente menos cursis que todo el sueño surrealista, desde Magritte o
Dalí.
En suma, esta época tiene a su
favor no estar incluida en ninguna otra. Es decir, algo debía de tener para que
pudiera ser. Y es, en especial, su condición de tiempo nuevo, tan duro y cruel
como virtualmente libérrimo. Tan propicio al austericidio y al suicidio individual como propenso
a la inauguración de un momento en el que todavía la sociedad no ensayó vivir.
¿Teorías? Todas las teorías se
han hundido como también todas las modas han pasado de moda, han pasado de ser
ridículos mandatos a ser motivos de desobediencia civil.
Cada cual ha recobrado así una
extraña porción de libertad. Sea como artista, como ciudadano, como consumidor
o como activista se halla en mejores condiciones para desarrollar su manera de
estar.
Y la Red es el ejemplo máximo de
cómo el manifiesto de una vanguardia se haya carcomido ahora por la
manifestación de heterogéneos puntos de vida y vista. ¿La colectividad? Lo que
importa no es hoy la colectividad sino la comunidad. La reunión de lo diverso,
la coexistencia de lo distinto, el ejercicio de lo mejor sin haberse alistado o
poseer el carnet de socio o de partido. Los artistas, como los dirigentes,
deben ser juzgados en cuanto a su mérito y no por su adhesión.
Los líderes políticos, si siguen
existiendo mañana, deben ser elegidos, juzgados y demolidos por los ciudadanos;
no por hallarse afiliados a una formación.
Sin teorías, pensábamos, no se
puede pensar, pero lo cierto es que el pensamiento fue siempre anterior a la
teoría, que no vino a ser otra cosa sino una “racionalización” del pensamiento
presente y anterior.
Sé es esto o aquello. Nos
salvaremos o nos hundiremos no por un teorema a fuerte sino por la flexible
inteligencia aplicada a la complejidad de la situación. "A largo
plazo", decía Keynes, "todos muertos". Pero hoy, a medio plazo,
terminaremos beneficiados, sin duda, por la ausencia de un diktat que nos encierre, como antaño, en un
herrumbroso campo de concentración.
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