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"Me
gusta siempre cuestionar qué es realidad y qué es fantasía".
LITA
CABELLUT
SEGMENTOS
Los
ideogramas de la escritura china proceden de la pintura, de un
"pictograma" que ha enseñado al ojo chino a reconstruir una
síntesis de lo real, concentrándose en sus rasgos más específicos, sin
detenerse en el detalle, buscando una forma equilibrada, rítmica, de cada
elemento figurativo. Toda forma se convierte en símbolo generalizado. Lo real
estilizado en su forma más sintética, viene consolidado por la figura del
pintor JING HAO y la del poeta WANG WEI, pertenecientes a la época de la
dinastía Tang del siglo VIII. Por ellos atraviesan los tres ejes fundamentales
que caracterizan la historia del pensamiento chino: el confucianismo, el
budismo y el taoísmo y los seis SEGMENTOS o axiomas que determinan la estética
del BI FAJI o ausencia de método: 1) QI- El libre movimiento que guía al pincel
/ 2) YUN- Ritmo / 3) SI-Composición / 4) JING-Factor anímico / 5) BI- Habilidad
/ 6) MO-Conocimiento de la materia.
Un
juego de apariencias estructurado proporcionalmente, que nos transmite la
sensación de que todo verdadero conocimiento es imposible. Sólo será posible
percibir las supuestas apariencias y similitudes entre dos mundos, por la
fuerza de la inteligencia, por la profundidad de una brillante mirada que
ilumina ese otro mundo con luz propia, haciendo resplandecer toda una serie de
rostros y figuras de otra época.
Ante los cuadros de Cabellut, la realidad nos supera y nos devuelve con su boomerang, una experiencia privada que guía nuestra mirada, para enseñarnos de nuevo a ver el mundo en su diversidad, haciendo de cada gesto, de cada elemento figurativo, un lugar privilegiado, que no se reduce simplemente a la espontaneidad alucinada y desproporcionada de la composición de sus obras, sino que a través de la búsqueda de un lenguaje pictórico personal, apoyado en una técnica insólita y novedosa, consigue transcender también, los límites del discurso oriental, sumiéndonos dentro de su realidad, que se irá convirtiendo en la noticia pictórica de nuestra propia realidad.
Ante los cuadros de Cabellut, la realidad nos supera y nos devuelve con su boomerang, una experiencia privada que guía nuestra mirada, para enseñarnos de nuevo a ver el mundo en su diversidad, haciendo de cada gesto, de cada elemento figurativo, un lugar privilegiado, que no se reduce simplemente a la espontaneidad alucinada y desproporcionada de la composición de sus obras, sino que a través de la búsqueda de un lenguaje pictórico personal, apoyado en una técnica insólita y novedosa, consigue transcender también, los límites del discurso oriental, sumiéndonos dentro de su realidad, que se irá convirtiendo en la noticia pictórica de nuestra propia realidad.
Una noticia que se sitúa lejos de los conceptos convencionales del arte contemporáneo, con una propuesta estética que apuesta por un arte más misterioso y menos industrial que el de sus coetáneos, donde predominan las instalaciones más monumentales, las obras más conceptuales, las piezas más efectistas... Aquí el discurso es neutro, calmo, pasivo, y establece un diálogo con un cosmos alejado de nuestra realidad inmediata y cotidiana, planteando un nuevo lenguaje, donde lo sublime se une a lo posible y lo imposible, para componer la mise-en-scène de un universo, cuya escenificación resulta distante, oculta y enigmática.
Cabellut no pinta un rostro o una figura en un cuadro, sino que más bien refleja la manera en que ese rostro, esa figura, decide mirar al mundo. "No pintes el objeto en si, sino el efecto que produce", recomendaba Stéphane Mallarmé a Édouard Manet. La balanza se inclina hacia un realismo escenográfico, basado en la concepción de la obra a través del nacimiento y la razón de ser de la materia. Los cuadros son una yuxtaposición directa y no una mera representación-ilustración de los sentimientos. Su realización no está determinada por el dinámico trazado de una larga línea unificadora, sino por la relación entre sus diversos SEGMENTOS o axiomas energéticos, esparcidos por la superficie de sus telas.
Aquí los factores espacio-tiempo, cobran una relevancia fundamental que se traduce en el significado que logran sus enormes formatos. La superficie está estructurada por un ritmo común con multitud de centros cromáticos autónomos, que parecen explotar en sus diferentes zonas, debido a la superposición y concentración de hasta quince capas sucesivas de materia.
Estamos ante un hecho pictórico importante, donde lo que destaca en realidad es la coherencia y el equilibrio de las formas, frente a un mundo imaginario transformado en sueño, donde se refleja el paroxismo persistente entre signos y símbolos, evocando una suprarrealidad misteriosa y arquetípica que impide a priori, una interpretación o una lectura unívoca del contenido.
Los
ejes oníricos vienen provocados por esa técnica aplicada en los lienzos, donde
descubrimos tres SEGMENTOS indisociables:
-
La idea del caos y su representación.
-
La idea de lo absurdo y su escenificación, que se diluye, ya que no existe
escenificación posible dentro de lo absurdo.
-
La síntesis manifestándose en CLOSE-UP’S, sustituyendo a la suma y a la
coherencia, la unidad desplazando al análisis.
Hay una conexión, un hilo directo basado en la energía con que se transmite la idea del caos, como representación de una realidad continuamente cambiante y la iconografía de la obra de una artista española de origen gitano, que ha sabido desarrollar una disgresión técnica al servicio de una idea, que enlaza muy sutilmente con las claves del pensamiento y la evolución del arte oriental. Partiendo de Kano Eitoku, So Shiseki, hasta llegar a Zao Wou-Ki, descubriremos el principio de “sincronicidad” que indica una correspondencia entre dos sistemas, entre dos estados simultáneos, en abierta oposición al axioma de “causalidad” de la cultura occidental, donde los fenómenos de la vida y el caos, se relacionan entre sí, regidos por una conexión de causa-efecto.
En
esta visión sincrónica de la civilización, cuerpo y espíritu son dos
percepciones diferentes de una misma energía, que Cabellut absorbe como
referente decisivo en el contenido de su obra: la fragilidad, la tristeza, la
histeria de la ignorancia, la idea de lo absurdo, el miedo a la muerte, la
degradación del poder, los sueños inundados por monstruos extraños, no dejan de
ser conceptos rescatados de esa filosofía oriental, condensados y encerrados en
un espacio escénico cargado de tensión. Pinturas duras, a menudo llenas de una
furia apenas controlada, dentro de los márgenes y aristas del gran formato,
elegido precisamente para extender el brazo y la mirada, aceptando el desafío
de la escala.
Nuestra
imaginación se detiene para enfrentarse a todas las contradicciones de un
pensamiento enredado en lo absurdo, cubriendo con imágenes lo carente de razón,
haciendo un esfuerzo en el que la inteligencia y la pasión se mezclan para
desaparecer después. Donde comienza la expresión, termina el pensamiento. La
obra de arte encarna el drama de la inteligencia, pero sólo lo demuestra
indirectamente, exigiendo a la artista una aproximación hacia lo concreto cuya
interpretación no signifique nada más que lo concreto. Una vez más, lo que
estás imágenes proponen, es un retorno a la exaltación de la belleza como
impulso supremo, dentro de una combinación apocalíptica entre lo sublime y el
caos.
Camuflarnos
en el mundo de lo absurdo tras los cuadros de Cabellut, conlleva una
mise-en-scène muy exigente y resultará un desafío, pues tampoco existe método
ni modelo predeterminado que nos indique el camino a seguir. Sólo podremos
basarnos en nuestra intuición, pero jamás en el extraño poder de la
argumentación. Mucho menos en los SEGMENTOS energéticos e iconográficos del arte, pero sí en la
meticulosa observación del detalle, en la sensibilidad a su estilo y en una
comparación exhaustiva entre dos culturas, fundamentada en la retentiva de
nuestra memoria visual.
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