diumenge, de juny 15, 2008

PENSAMENTS

Cap de setmana tranquil dedicat a la lectura , posar en ordre quatre coses i descansar que molta falta em fa. De les diverses lectures em quedo amb alguns articles que vull remarcar.
El primer és d’avui a EPS i porta la signatura de Rosa Montero , amb la que per cert discrepo ben sovint. Avui però l’ha clavat.
És un article que haurien de llegir obligatòriament tots aquells que diuen que no son racistes i en especial Celestino Corbacho el més gran exemple de que estem en un país gran. Tan gran que qualsevol , i valgui el sentit més pejoratiu de la paraula, pot arribar a ocupar un càrrec de responsabilitat i fins i tot ser ministre.

CUARENTA AÑOS SIN HABLAR ALEMÁN

La velocidad a la que los humanos olvidamos nuestro pasado es desde luego asombrosa. Recibo dos álbumes, dos libros con el lomo cosido con espirales metálicas, confeccionados por la asociación Arco Iris de Basilea (Suiza). Se trata de una asociación de emigrantes españoles jubilados, es decir, de personas que decidieron quedarse en su segundo país y no volver. Los libros son unos trabajos primorosos y fascinantes. Uno se titula Tal como somos, y es una sólida encuesta sociológica hecha por ellos mismos sobre los residentes españoles de la zona mayores de sesenta años (en total, según sus cuentas, hay 336). El otro trabajo, titulado Tal como éramos: españoles en Basilea 1957-1980, cuenta lo que fue la emigración a través de testimonios personales y de un montón de fotos antiguas y maravillosas, retratos de bodas y bautizos, de fiestas con bailes regionales, del primer televisor comprado con esfuerzo, de la modernidad y La velocidad a la que los humanos olvidamos nuestro pasado es desde luego asombrosa. Recibo dos álbumes, dos libros con el lomo cosido con espirales metálicas, confeccionados por la asociación Arco Iris de Basilea (Suiza). Se trata de una asociación de emigrantes españoles jubilados, es decir, de personas que decidieron quedarse en su segundo país y no volver. Los libros son unos trabajos primorosos y fascinantes. Uno se titula Tal como somos, y es una sólida encuesta sociológica hecha por ellos mismos sobre los residentes españoles de la zona mayores de sesenta años (en total, según sus cuentas, hay 336). El otro trabajo, titulado Tal como éramos: españoles en Basilea 1957-1980, cuenta lo que fue la emigración a través de testimonios personales y de un montón de fotos antiguas y maravillosas, retratos de bodas y bautizos, de fiestas con bailes regionales, del primer televisor comprado con esfuerzo, de la modernidad y el desahogo económico duramente alcanzados.
Y leo los libros y me quedo pasmada. Todo suena tan cercano, tan semejante a lo que ahora estamos viviendo desde el otro lado. Sí, desde luego, siempre que hoy se habla de la inmigración, hay alguien que, con sensatez, intenta recordarnos que fuimos un país de emigrantes hasta ayer mismo. Pero una cosa es decirlo y otra cosa verlo, leer sus testimonios, ver sus caras. En apenas una docena de años, desde finales de los cincuenta hasta principios de los setenta, más de dos millones de españoles salieron del país como emigrantes. Fuimos los ecuatorianos, los rumanos, los subsaharianos de la época. Dice uno de los jubilados de Basilea: “Muchos de nosotros llegábamos como ilegales y teníamos que esperar en una pensión de Saint Louis hasta que encontrábamos un puesto”. Y otro explica: “Yo pasé la frontera de clandestino. Recuerdo que un amigo mío que conocía bien el camino a través del bosque vino a buscarme y me colocó una mochila y unas botas dos números más grandes que me hicieron unas ampollas grandísimas. Así, disfrazados de excursionistas, nos pusimos a andar. Yo creí que me moría de miedo cuando nos cruzamos con un guardia de frontera, pero mi amigo le saludó muy efusivamente con un ‘grüezzi’ y no nos pidió ningún papel…”.

La encuesta señala que la edad media de los jubilados españoles en Basilea es de 69 años. Dos tercios de la población vive de manera desahogada, pero el 30% está al límite o con problemas para llegar a fin de mes, y la mayoría de este grupo son mujeres, por la mayor precariedad laboral en la que se desenvolvieron durante su vida activa. Todos ellos llegaron a Basilea huyendo de una España retrasada y paupérrima: “Un día me contó mi marido: ‘Ayer estuve en casa de Antonio. Oye, tiene que ser muy rico, porque éramos doce y nos tocó silla a todos…”, dice una jubilada. Y otro emigrante explica con agudeza: “Descubrí que los suizos eran distintos cuando me di cuenta de que compraban dos periódicos diferentes del mismo día”. Muchas de las geniales fotos del libro parecen anuncios publicitarios de la época, así de orgullosos se les ve enseñando los trofeos conseguidos. Son como cazadores con las piezas de consumo que han abatido: una motocicleta, un tocadiscos, una cocina inmaculadamente blanca y, sobre todo, ese tótem esencial del éxito que era el coche: “El día en que llegué a la frontera entre Francia y España con mi primer Gordini no pude reprimir las lágrimas: me sentía todo un triunfador”.

Estos emigrantes llevan cuarenta años en Suiza y además, ya ven, se han quedado. La mayoría, porque allí tienen a sus hijos y a sus nietos, pero otros, el 19%, porque se sienten “mejor allí” y creen que en España no podrían adaptarse. En realidad han pasado toda su vida en Basilea. Sin embargo, y esto es lo más increíble de la encuesta, la mitad de los hombres y las tres cuartas partes de las mujeres tienen problemas con el alemán. Nunca consiguieron aprenderlo bien, pese al tiempo que llevan. Y lo más conmovedor es que, aun sin saber el idioma, viviendo como viven bastante aislados y sin poder participar en las elecciones, el 74% de ellos se siente “bien integrado” en Suiza. Cuando contemplemos a los inmigrantes actuales como bichos raros porque farfullan mal el idioma, intentemos no olvidarnos de lo que fuimos.
Rosa Montero

És clar que en Juan José Millás el passat divendres arribava al sublim en la seva columna , amb especial reflexió per aquells que creiem en la cosa pública, i especialment per aquells que ens han de fer creure que val la pena pensar que aquest és el futur.

Una cosa es la crisis y otra la fricción con la atmósfera al entrar en la realidad. Los pisos no valían lo que costaban, el Euríbor era una trampa, el petróleo tenía los días contados, los créditos al consumo llevaban veneno dentro, el coche con tracción a las cuatro ruedas decepcionaba al quinto día, aunque había que seguir pagándolo seis años. Resulta que esto no era jauja. La entrada en la realidad puede ser brutal si carecemos de los revestimientos cerámicos adecuados. En mi colegio, el profesor de gimnasia hizo creer a un compañero gordo que podía trepar por una cuerda hasta el techo del gimnasio, donde había dibujado una luna. Se trataba de tocarla y volver. El chico, espoleado por las promesas falsas del profesor, llegó hasta la mitad y se dejó caer, frenando la caída con las manos. Llegó al suelo (a la realidad) sin manos.
En esas estamos, descendiendo por la cuerda después de haber estado a punto de tocar la luna. Algunos la tocaron, pero a qué precio. Lo malo es que al despertar del sueño, al entrar en la atmósfera, vamos a conocer la crisis de verdad. Acuda usted a Urgencias con las manos abrasadas por el descenso y le darán hora para dentro de veinte meses. Vaya usted al juzgado de guardia para denunciar la situación y su caso se verá dentro de quince o dieciséis años. Busque un buen colegio público donde enseñen a su hijo a distinguir entre el sueño y la realidad y le dirán que la enseñanza pública de calidad ha desaparecido. Mientras subíamos a la luna, las termitas horadaron lo público, lo desprestigiaron, lo vendieron, lo manipularon, se alimentaron de lo público, que era de todos. No va a ser fácil colocar la frontera entre lo que llamamos crisis y lo que son, simplemente, los efectos del regreso a la realidad, pero deberíamos intentarlo, para recuperar el juicio. Y los espacios públicos.


Però com que en el fons el profà és el que domina no puc per més que quedar-me amb una part de la columna de Carlos Boyero:

Veo el careto y la actitud de Luís Aragonés y la alergia crece. Prefería la escandalosa sudorina axilar de Camacho, los pantalones cortos y los calcetines de Clemente, los agravios a la estética. Y te acuerdas de la pinta de Pat Riley, de Menotti, de Valdano , de VaRijkaard , de Van basten. Es cruel. Cada uno tiene su estilo. Y algunos, no siquiera eso.”

Sens dubte és una columna a comentar amb la cabretenca Àngels Barceló a la que mai hauria fet en shock patriòtic per la roja. I dic roja , o quatribarrada , que igual de penós és.

I ja que parlem de futbol felicitats al Mataró que es queda a Tercera , al Girona que puja a segona i al Huesca que també ha pujat i s’enfrontará al Zaragoza en el derby , encara que el Teruel no ha pogut pujar a 2B , eliminat per el Roquetas. No tot poden ser alegries.
I menys quan veus a Albiol , el jugador de "la roja" contestant a un qüestionari de "El País" . En el mateix hi ha la pregunta estúpida de l'any en el camp dels esports : ¿ porqué a los catalanes les llaman polacos ?. La resposta d'Albiol definitiva: "No sé, pero alguna cosa mal habrán hecho".
Certament a vegades els aforismes tenen el seu grau de veritat. En el cas d'Albiol se li esacu perfectament allò de que " valenciant i home de bé no pot ser".

1 comentari:

Joan Safont ha dit...

Jo també em vaig empipar quan vaig veure les declaracions del tal Albiol. Ja sé que aquestes entrevistes, o petits tests, fets a futbolistes són generalment per demostrar la seva curtesa de mires (a tots dos ens agrada el futbol, però reconeixerem que els futbolistes no són precisament intel·lectes privilegiats, sinó només cal comprovar la típica pregunta "darrer llibre que ha llegit"), però que s'atreveixi a contestar això i es quedi tan panxo, només em porta a desitjar-li que es trobi un Goikoetxea que el jubili. Ah, i em sap greu que sigui valencià, perquè jo a banda de mig maño, també tinc el meu quart de valencià.

Au! Sort, que ara feia temps que no passava pel teu bloc.