Fa més de 10 anys , justament el 10 de febrer de 2013 -,
vaig publicar quest article de Vicente Verdú, publicat a El País, que m va
semblar genial. Avui rellegint-lo penso que es podia haver publicat avui
mateix, i mereix el mateix i encès aplaudiment. Just per això el torno, deu
anys més tard, a la plena actualitat.
La maldición del cuadro bonito.
Vicente Verdú
Hay una circunstancia que puede afectar mortalmente a un
cuadro y es que resulte bonito. Lo bonito es una especie de la que —como de la
peste— debe huir el buen pintor. Lo bonito provoca un efecto tan popular que
puede contagiar a casi todo el mundo. Lo bonito, lo bonito del norte y lo
bonito del sur, apesta. Lo bonito no tiene nada que ver con la belleza ni
tampoco con la originalidad. Mejor dicho: constituye la negación de la
originalidad puesto que si triunfa es precisamente gracias a su condición de
cosa ya vista. Ya está visto y al volverlo a ver se obtiene un plácida
sensación en cuyo seno baila lo bonito.
Otra cosa muy diferente es la belleza. Mi querido amigo
Eugenio Trías opuso, en su libro inolvidable, lo bello y lo siniestro. La otra
cara majestuosa de la belleza es su faz siniestra. Tanto en un caso como en el
otro alcanzan la categoría de lo sublime y enriquecen con ello al espectador.
Lo enaltecen o lo hacen sucumbir en un abismo excepcional. De una u otra manera
el sujeto se halla frente a un suceso que le trasciende y la procura
inmortalidad. Lo bonito, sin embargo, es además de mortal, altamente
degenerativo.
Todo cuadro que se sintetice en la exclamación de bonito
abdica de todo interés superior. O mejor, esta calificación lo ratificaría en
su enanismo. Lo bonito vale para referirse a casi todo lo que no es arte.
Cuando traspasa esa frontera, el arte acaba a sus pies.
Mientras lo bello se opone a lo siniestro, en el fondo
cruzan sus divinas manos. Por el contrario, cuando lo bonito se opone a lo feo,
en el fondo se cruza la mediocridad. Ahora ya puede decirse que es
incomparablemente más cool lo que se basa en cualquier registro de la
fealdad. No hace falta reunir ejemplos de la música, la moda o el cine. Lo
bonito es un subordinado satélite de lo feo pero se comporta, además, con la
náusea de lo feo escarchado.
El impresionismo, por ejemplo, es ya, a estas alturas,
bonito. Fue al principio insoportable y salvaje pero ahora es doméstico, muy
comestible y dulzón. Las colas que convocan su exposiciones son regueros de
gentes ávidas por saborear su confitería cultural de ahora. No hambrientos por
sus orígenes sino por sus presentes de azúcar.
O dicho inversamente, lo más dulzón y pastelero es
reductible al orden de lo bonito. Justamente, la melaza de la que se compone lo
bonito empastela al cuadro que la posee. No hay cuadro bonito que visto varias
veces no lleve por tanto a la angustia. De este modo, ARCO es una ocasión para
realizar esta experiencia digestiva.
Este año, dentro de la organización de la feria, funciona
una asesoría para coleccionistas novatos (fresh collectors) que se propone
orientar a todos aquellos que no tienen gusto alguno ni vergüenza en
reconocerlo. Gracias a esta consultoría, ciertos artistas llegan a realizar sus
ventas, puesto que lo primeros consejos efectivos a los coleccionistas, según
los mismos asesores, son aquellos que abundan en lo que de antemano les ha
parecido más o menos “bonito” a la clientela.
Hay que huir de ellos como de la peste. O quizás no.
Porque lo que se trata es de vender cuadros y cuantos más mejor porque ¿cómo
podrían vivir de otro modo los artistas? Hay que vender los cuadros mejores,
los cuadros peores, pero sobre todo los bonitos. Porque los bellos de verdad es
probable que tarden años en cotizarse. Es decir, demandarse tanto como
portentos de la belleza o como gigantes de la monstruosidad. Como creaciones de
excelencia o como malditos.
¿Malditos? Lo maldito es justamente la tenia que debilita
el intestino de lo bonito. Gracias a ella, el lienzo va perdiendo entidad, se
demedia y se hace definitivamente ridículo. O, lo que es más exacto, se
manifiesta cursi de una vez.
Porque ¿cómo no admitir que lo cursi y lo bonito se
acuestan y copulan incestuosamente, estrechamente juntos para alumbrar gusanos
de colores fluorescentes que llaman la atención de los coleccionistas bobos,
los despistados y determinados turistas?
Per reflexionar-hi
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