Enrique Vila-Matas és
un quelcom més que un escriptor. La lucidesa de les seves reflexions son bon
fanal per il·luminar el camí. En aquest magnífic article que publicava ahir a
El País reflexiona al voltant del fracàs íntim del creador, un fracàs personal
que ni es veu ni es nota i que moltes vegades cohabita amb un èxit de públic i
crítica.
Un article d’extrema
lucidesa que qualsevol creador hauria de llegir.
Por una cartografía del fracaso
Salvo que sea un pavo real, ningún escritor lúcido termina un
libro creyendo que alcanzó por completo el objetivo deseado. También son
respetables los libros incompletos, pero por lo general no son como el autor
los había pensado. Está lleno de buenos libros en los que, aunque no suele
saberse, el autor buscó un efecto concreto y no lo logró, quizás buscó una cima
y se quedó en el camino. Todos esos desafíos no superados articulan una especie
de callada derrota íntima, de fracaso interno que sólo puede conocer el autor y
que no suele aflorar nunca fuera de su área de secreto.
Pero estaría bien que, prescindiendo del uso mezquino que
harían de ese material los cuervos de turno, alguien intentara preguntarles a
los mejores escritores en activo dónde creen que flaquea y retrocede su
escritura, cómo imaginaron que sería su último libro cuando comenzaron a
escribirlo, cuáles sus “grandes esperanzas” y a qué atribuyen que muchas de
ellas no se hayan hecho realidad.
Si todos jugaran limpio —lo que ya sé que es mucho pedir—
contaríamos de pronto con una cartografía del fracaso que sería de una utilidad
incalculable para los propios creadores literarios, ya que accederían a un
material que ahora solo aflora privadamente en esporádicas conversaciones
nocturnas donde los escritores confiesan haber rematado mal sus libros, dándole
de algún modo la razón a Delacroix que decía que siempre había que estropear un
poco un cuadro para poder terminarlo.
Es curioso, pero cuando los escritores hablan así utilizan
un lenguaje distinto de los críticos, a los que preocupa la tramoya o la
fluidez de los diálogos, mientras que a los escritores les interesan los
ajustes de cuentas con ellos mismos, es decir, plantearse, por ejemplo, si el
lenguaje utilizado fue el adecuado para aquello que en verdad fue siempre lo
único que les importó: que la comprometida revelación de su conciencia
estuviera del todo presente en lo que trataron de comunicar.
Hoy en día parece que
todo esté ya escrito, y sin embargo falta este mapa de confesiones de honrosos
fracasos que, ampliando el panorama crítico desde dentro de la creación misma
de literatura, ayudaría a los autores a contrastar problemas y a trabajar con
mayor conocimiento del terreno. No se olvide que, como dijera o recordara Juan
José Saer en su momento, El
Quijote inaugura la moral del fracaso y termina con la
epopeya, es decir, acaba con una filosofía de fondo que está de parte del
triunfo, por mucho que el héroe muera (el caso del Cid, sin ir más lejos).
Desde El
Quijote en adelante, la moral del fracaso es la verdad
ética, e incluso la verdad metafísica de los héroes de la novela moderna. A fin
de cuentas, hay que aceptar el fracaso, sin rencor ni vergüenza, como
prefiguración natural del destino. ¿O no ha dejado ya de ser el fracaso un
accidente literario para ser un sinónimo de la literatura en general? En ese
contexto, un valiente libro coral con una amplia cartografía del fracaso le
haría dar a la literatura contemporánea un fascinante paso adelante.
Enrique Vila-Matas
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada